LIMA, 10 de noviembre (NNN-ANDINA) — Navegando lentamente río arriba a través del Pantanal, el mayor humedal del mundo ubicado en Brasil, el biólogo Fernando Tortato busca señales de Ousado, un jaguar que sufrió graves quemaduras en los devastadores incendios forestales del año pasado.
Unos 1.000 kilómetros hacia el norte, en el extremo de la selva amazónica, el conservacionista Roberto Eduardo Stofel observa por sus binoculares una cría de águila arpía, sola en un nido gigante, mientras aparentemente sus padres buscan algo de comida, cada vez más difícil de encontrar.
El fascinante jaguar y la majestuosa águila arpía son dos de las especies más emblemáticas amenazadas por la destrucción acelerada de la Amazonía, cuya impresionante biodiversidad corre riesgo de desaparecer a medida que la selva se acerca a un “punto de inflexión”.
Según los científicos, ese es el punto en el que un círculo vicioso de deforestación, incendios forestales y cambio climático podría dañar la selva tropical más grande del mundo hasta secarse y convertirse en sabana.
Las consecuencias serían catastróficas para sus más de tres millones de especies de plantas y animales.
Ousado, un jaguar macho de cuatro años y 75 kilos, resultó herido hace un año cuando los incendios arrasaron el Pantanal asolado por la sequía.
Esta región, al sur de la Amazonía, es conocida por su impresionante vida salvaje, que atrae a viajantes de todo el mundo.
Pero casi un tercio fue arrasado en 2020, matando o hiriendo a innumerables animales, incluido Ousado, que sufrió quemaduras de tercer grado en las patas.
Los veterinarios llevaron al felino de manchas negras y amarillas a un hospital de animales, lo trataron, y luego lo reintrodujeron en su hábitat con un collar de rastreo para monitorear su recuperación.
La destrucción del Pantanal, explica Tortato, está relacionada con la de la Amazonía. Los 390.000 millones de árboles de la selva tropical generan un vapor de agua que provee lluvias a gran parte de América del Sur, un fenómeno conocido como “ríos voladores”.
A veces aparecen como espirales de niebla que surcan el cielo y luego se juntan en nubes gigantes que parecen corrientes de algodón. Estos “ríos” probablemente transporten más agua que el río Amazonas, según los científicos.
Debido a la deforestación de la selva, “la lluvia que normalmente llegaría al Pantanal a través de los ‘ríos voladores’ ha disminuido”, dice Tortato, de 37 años, integrante del grupo conservacionista Panthera.
Clasificado como “casi amenazado”, el jaguar, el mayor felino de América, se encuentra principalmente en la Amazonía. Se estima que su población disminuyó entre 20 y 25% durante las últimas dos décadas.
Conocida por su enorme tamaño, garras temibles y mechones de plumas que sobresalen de su cabeza, el águila arpía es un depredador emblemático de la Amazonía.
De hasta 10 kilogramos de peso, avista sus presas desde el aire y luego se lanza en picada con precisión mortal, para atrapar monos, perezosos e incluso pequeños ciervos.
Pero a pesar de su destreza, corre el riesgo de morir de hambre.
Las águilas grises y blancas, que se aparean de por vida, dedican unos dos años a sus crías. Y aunque crían un aguilucho a la vez, necesitan un gran territorio para conseguir suficiente comida.
Un estudio reciente indica que las águilas arpías no pueden sobrevivir en áreas con más del 50% de deforestación, algo cada vez más común en los extremos de la Amazonía.
“En esta región, están en alto riesgo de extinción debido a la deforestación y la tala”, dice Stofel, de 43 años, integrante de un programa de conservación de arpías en Cotriguacu, estado de Mato Grosso.
El área se encuentra en el llamado “arco de deforestación” del continente.
“Hemos monitoreado nidos donde los aguiluchos morían de hambre porque los padres no podían cazar suficiente comida”, dice Stofel.
Es crucial proteger la biodiversidad amenazada de la Amazonía, y no solo por el bien de las plantas y los animales, dice Cristiane Mazzetti, de Greenpeace.
La compleja red de la naturaleza desempeña un papel esencial en la capacidad del planeta para proporcionar alimentos, oxígeno, agua limpia, polinización y una gran cantidad de otros “servicios de ecosistema” de los que depende la vida.
“La biodiversidad no es algo que pueda resucitar”, dice Mazzetti. “Es importante protegerla para nuestra propia supervivencia”.
— NNN-ANDINA