BEIRUT, 14 de junio (NNN-PRENSA LATINA) — Las protestas que continúan el domingo en El Líbano demandan la renuncia del Gobierno a medida que el país se hunde más en la angustia económica.
Ante un dramático colapso de la moneda nacional, las manifestaciones antigubernamentales se extendieron hacia todo el país, con episodios de violencia contra bancos y centros comerciales.
La libra libanesa, atada desde 1997 al dólar estadounidense, perdió 70 por ciento de su valor y como resultado, una inflación que convierte en prohibitivos los productos básicos de la dieta de los ciudadanos comunes.
El Líbano importa casi 85 por ciento de sus necesidades y los proveedores exigen pago en la divisa norteamericana, mientras que los minoristas traspasan la diferencia de valor a los clientes.
Para el gobierno del primer ministro Hassan Diab, la situación deriva un reto cuesta arriba que requiere transformar el sistema económico de uno rentista a uno productivo.
Y también, porque a la peor crisis en décadas se sumó la pandemia de la COVID-19 que obligó al cierre de todas las actividades y la paralización de casi todo el país.
Diab responsabilizó a grupos políticos rivales con la actual situación y sin ofrecer una solución concreta, anunció que se prioriza el combate a la corrupción y la defensa del poder estatal.
En la percepción de los manifestantes antigubernamentales, el gobierno de Diab sigue estando cautivo de los intereses de grupos políticos y lo califican de incapaz de manejar la crisis.
Neemat Badreddin, uno de los participantes en las protestas, estimó de fracaso el desempeño del Ejecutivo.
‘Queremos un nuevo gobierno… queremos estabilidad y queremos vivir sin mendigar o sin que la gente tenga que emigrar’, apuntó en declaraciones a una televisora.
La escasez de dólares, originada en restricciones impuestas por los bancos, junto a un decrecimiento notorio de la economía, redujo la clase media libanesa y empujó a casi 50 por ciento de la población hacia y por debajo del umbral de la pobreza.
— NNN-PRENSA LATINA