El estancamiento político y las rivalidades económicas amenazan la frágil estabilidad en Libia

NACIONES UNIDAS, 19 abr (NNN-UNIS) — La crisis multifacética que afecta a Libia desde la caída del exdictador Muamar Gadafi en 2011 ha dejado al país sumido en un estado de transición prolongada y precaria. Según Hanna S. Tetteh, representante especial de la ONU para Libia, “la inacción sería más costosa que el cambio”.

Actividad en un mercado en Trípoli, la capital de Libia. (Foto de archivo: UNSMIL)

Desde su nombramiento en febrero, Tetteh ha llevado a cabo consultas en todo el país, destacando que, aunque persisten diferencias sobre el camino a seguir, existe consenso en la necesidad de organizar elecciones. Sin embargo, el estancamiento político sigue siendo una realidad, alimentado por la fragmentación institucional y la intensa “competencia por los recursos económicos”.

La ausencia de un presupuesto nacional unificado agrava los desequilibrios económicos, con problemas como inflación, escasez de divisas y depreciación del dinar libio. Estas tensiones se han visto exacerbadas por la reciente devaluación de la moneda, lo que ha generado demandas locales de auditorías financieras independientes realizadas por firmas internacionales. La Misión de las Naciones Unidas en Libia (UNMIL) colabora con expertos para identificar reformas urgentes en la gestión financiera.

A pesar de estos desafíos, se han registrado avances limitados. Por ejemplo, la Compañía Nacional de Petróleo detuvo los intercambios de crudo por combustible a partir del 1 de marzo, un paso hacia mayor transparencia. No obstante, Tetteh subrayó la necesidad de mejorar la distribución de ingresos y fortalecer el control sobre el gasto público.

En el ámbito electoral, las primeras fases de las elecciones municipales en 62 localidades muestran signos esperanzadores: más de 570,000 personas se han inscrito para votar, incluyendo a casi un tercio de mujeres. Para Tetteh, estas elecciones son fundamentales para establecer una gobernanza democrática local. Sin embargo, la falta de credibilidad del proceso es evidente en casos como Harawa, donde los ganadores electos fueron reemplazados por autoridades de facto, o en regiones donde los distritos electorales fueron rediseñados a mitad de mandato, generando acusaciones de interferencia.

La situación de seguridad también sigue siendo preocupante, a pesar del alto el fuego de 2020. En Trípoli, movilizaciones de grupos armados aumentan el riesgo de una reanudación de la violencia, mientras que enfrentamientos mortales en Qatroun reflejan tensiones latentes en el sur. Para abordar esta fragmentación, la UNMIL ha promovido la creación de centros de seguridad conjuntos en las fronteras. Sin embargo, Tetteh advirtió que la situación seguirá siendo frágil sin voluntad política para unificar las fuerzas de seguridad bajo una visión común.

Otro tema alarmante es el aumento de las violaciones de derechos humanos. “Uno de los efectos más trágicos de las divisiones institucionales en Libia es la impunidad con la que ciertos grupos armados cometen abusos”, lamentó Tetteh. Arrestos arbitrarios, detenciones ilegales y ataques contra migrantes son prácticas recurrentes. Además, la estigmatización de extranjeros, impulsada por discursos de odio, ha resultado en muertes, detenciones masivas y la suspensión de actividades humanitarias.

Ante este panorama, Tetteh instó a adoptar medidas urgentes, como la aprobación del proyecto de ley sobre la protección de las mujeres contra la violencia, que ya fue validado en comisión pero permanece pendiente de votación parlamentaria. La UNMIL también apoya iniciativas de reconciliación lideradas junto con la Unión Africana (UA), centradas en los derechos de las víctimas.

El futuro de Libia depende ahora de la capacidad de sus actores políticos para construir un consenso inclusivo. “La voluntad política de compromiso es esencial para elaborar una hoja de ruta consensuada que ponga fin a la crisis y cierre la transición”, afirmó Tetteh.

Para lograrlo, será vital el apoyo internacional coordinado. Aunque potencias regionales como Argelia, Egipto, Túnez y Turquía tienen intereses divergentes en Libia, la comunidad internacional debe trabajar en torno a un plan unificado. En un país desgarrado por rivalidades armadas, parálisis política y agotamiento social, quedarse de brazos cruzados ya no es una opción viable.
— NNN-UNIS

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